Cont. Las mujeres que no aman a los hombres, versión 2.0
De vuelta a casa, lo continuaba pensando, de como acercarse al marido de su amiga.
Ya no se dirigía a ningún lado, daba vueltas por la ciudad, pensando en la estrategia a desarrollar, y pensó: un hombre un coche, la virilidad de los hombres esta en su coche, aun que sea un tópico, los coches son la perdición de los hombres. Y mas lo pensaba y daba vueltas, mas lo tenia claro, así que se acercó a la calle del despacho del marido de su amiga, por una autovía que justo salía al polígono industrial donde trabajaba, y apenas terminaba de salir de la autovía, paro el coche, abrió el capot del motor, saco unos cuantos cables de sopetón, con eso debería valer. Tiene que funcionar , en esta sociedad las cosas de coches son cosas de hombres.
Móvil en mano, llamo a su amiga:
Ya estoy en ello, tengo el coche parado justo a la entrada del polígono donde trabaja, supuestamente averiado, dime el número de móvil de tu marido que le voy a llamar y cuando te haga una llamada perdida te acercas a mi casa con tu hijo.
-Hola, soy amiga de tu mujer, siento mucho molestarle -le dijo- pero tengo un problema y ella me ha dado tu numero de móvil por si me puedes ayudar. Es que estoy cerca de tu despacho y se me averió el coche.
Hubo un pequeño silencio. Se escucharan unos ruidos de oficina, teléfonos sonando, mientras contestaba en tono suave y cortés, pero no se si puedo ausentarme del trabajo ahora mismo.
-Que le pasa al coche?
-Pues que no marcha, le miro y le he movido unos cables, pero no marcha de ninguna forma. – en esto escucho que hablaba en su despacho con compañeros de trabajo, para luego contestar:
Tú déjate estar ahí que paso a mirarlo.
Se encogió un poco de hombros y esperó. Fallaría su plan al inicio?
A lo de unos minutos, surgió desde el otro lado de la carretera, se aproximó, y miro bajo el capot, hice un gesto de impotencia, al mirar tantos cables sueltos.
-Pero venias a circular así?
-No, lo que pasa es que lo intente arreglar.
El hombre soltó una carcajada,- pues si que esta arreglado-. Esto no hay quien lo arregle en la carretera, habrá que llamar la grúa.
Ella sonreía, todo le estaba a salir perfecto, como lo había pensado. Que poco sabia este hombre de coches, ella misma podría poner todos los cables en su sitio, o seria que se había enterado de la maniobra y se la estaba a hacer pagar? Todo era posible, pero decidió continuar con el plan, fuera como fuera, estaba a dar resultado.
Llamaran la grúa, que no tardo en llegar, el hombre de la grúa, le miro bajo el capot, y de la misma montaran el coche en la dichosa grúa con destino al taller.
-Bueno, -le dijo-, monta en mi coche que te llevo a casa.
A camino de casa, se quejo del coche, que no paraba de darle problemas, y resaltaba que estas cosas son de hombres, que era cosa que no tenia, dada su condición de divorciada. Y la falta que sentía, de ello, de tener un hombre que le cuidara y le ayudara en sus cosas. – Se sentía una bellaca, al decir estas cosas, pero era parte del plan, así que lo decía con naturalidad y alguna tristeza, con la arte escénica que era necesaria en la situación.
Al llegar al portal, le convido a tomar un café, que era lo mínimo que podría hacer, luego de tantas molestias.
El, cortés no quiso decir que no, aparco el coche y juntos subieran a su casa.
Ella abrió la puerta, y le invitó a pasar, él se sentó en el salón, esperando por el café.
Era un estudio; había cuadros en las paredes y un escritorio en el rincón. Se escucharan ruidos en la cocina, luego de los cuales, ella volvió al salón.
-No tarda, entretanto me voy a dar una ducha, que hoy si que tenía una aventura con esto del coche.
Se dirigió a la habitación, dejando la puerta entreabierta. Para luego pasar al baño casi desnuda.
-Tenía que pasarme esto justamente hoy, cuando no me siento bien! Es un resfriado, creo -añadió con un lamento desde el baño- Debo disculparme una vez más por haberle causado tantas molestias.
-No pasa nada, para esto son los amigos.
-Eres muy amable – sintiendo que el la observaba sintió que se estremecía, o algo parecido a un estremecimiento, algo raro, siempre estaba muy segura de si.
-Le ofrecería una copa, pero si luego va a conducir... -comentó.
Se escucho el sonido del agua de la ducha, en cuanto se duchaba pensaba que su plan seguía perfecto, a lo mejor ya lo había pillado.
Luego de la ducha, salió envuelta por una toalla, se dirigió a la cocina y volvió con dos tazas de café, se sentó delante del hombre, y las coloco colocó a un lado de él, en una mesita. Al hacerlo, su cara le quedó muy cerca; no había el menor indicio de alcohol o tabaco, pero sí el de una loción de afeitar y de un champú que le gusto, que colonia usa este hombre, pensó. Volvió a levantarse, para ordenar algo de la mesita, cuando dio un empujón a la taza que este sustentaba en la mano.
-Qué descuidada! Cuánto lo siento! – se le veía disgustada mientras observaba el traje del hombre. Estaba mojado-.
-Es mejor que se lo quite.
-Quitármelo? —Lo observó con reticencia y apareció una sonrisa sarcástica en los labios de él.
-Entre en la habitación y quíteselo -le dijo sin dar pie a que el dijera algo-. Lo limpio, lo pongo a secar en la calefacción, estará listo en pocos minutos – el hombre se levantó de la silla y la observó-. Ella se fue por una tolla y se la dios para que se cubriera en cuanto este se quitara el pantalón.
-Gracias —le dirigió una mirada de quien no esta propiamente cómodo, mientras salía del salón dirección al baño a cambiarse.
Solo tenia preguntas, y su mirada encantadora se apagó cuando sintió un ligero temblor. Qué estaría pensando él? Sin embargo, era un riesgo que tenía que asumir, decidió con firmeza, al pensar en la confianza que tenía su amiga en ella de sacarla del atolladero. No, no la abandonaría. Se encontraba en la puerta cuando escuchó la voz del hombre.
-Ya esta, -y le pasó sus pantalones- vaya problemas, la que hemos arreglado, añadió, con una sonrisa sarcástica. Tomo los pantalones y se volvió con rapidez saliendo hacia el baño pantalones en mano para limpiarlos.
Aparte de los débiles temores que experimentaba, se sintió muy contenta y muy complacida, por ella y su plan. Se desarrollaba de la forma que lo pensó y sin ningún contratiempo. El marido de su amiga se comportaba como lo había previsto. Y ahora faltaba que aparecieran su amiga y su hijo dentro de los siguientes cinco minutos.
-Voy a encender la calefacción, Ahí sentirá el calor. La calefacción central está bien aunque no es suficiente, si estas medio desnudo.
Se sentó frente a él y aprecio que había servido un café a ambos de nuevo y limpio los desperfectos en cuanto le limpiaba los pantalones. El acto de que le hubiera vuelto a servir los cafés y limpio los desperfectos le agradaba, pero aquel acto había sido de cortesía, que cualquiera tendría en circunstancias similares.
Su mente divagó, y ese sentimiento no podía llamarlo nerviosismo. ¿Era tensión? ¿Por esperar unos minutos que se le hacían horas? Esa podía ser la única explicación, y esta sensación no desapareció del todo cuando al fin escuchó lo que tanto esperaba. Sus ojos se dirigieron al hombre cuando se levantó para atender el timbre de la puerta.
-Pero tú, que pasa para que vengas por mi casa a esta hora? —Su voz era suave y un poco entrecortada.
Entro su amiga con su hijo, Entraron en el salón y su amiga hizo un gesto de sorpresa... según lo planeado.
-Oh...! Estas con mi amiga aquí –le dijo a su marido envuelto en una toalla, sin pantalones. Me imagino que estamos estorbando
-Tal... tal vez es mejor que nos vayamos mama.
¡Qué bien lo estaba haciendo su amiga, la felicitó en silencio. Aquella pequeña pausa en su voz había hecho recapacitar a su hijo, quien miró a padre con disgusto.
-Estamos interrumpiendo? —preguntó con cierta sequedad. Sus ojos se posaron en la amiga de su madre, quien al instante enrojeció, apretando la toalla contra sus piernas. Se hizo un pequeño silencio, durante el cual su amiga sintió que el corazón le golpeaba, puesto que el marido de ella la observaba con dureza. Él no podía sospechar nada, se dijo, y se volvió hacia el niño adolescente. Su expresión era medio de perplejidad y medio de sospecha.
-Pero que hace papa aquí? —preguntó.
Con calma, su marido quitó la mirada de su amiga y después de posarla sobre la de su mujer, que era acusadora, le explicó la forma en que había llegado a esa casa y la razón por la cual aún se encontraba allí, sosteniendo la toalla, con cuidado.
Qué molestia para ti, con todo esto del coche, quiero decir.-Le decía su amiga.
-Es... es muy desagradable -contestó-, orgullosa de su fingida confusión-. Siempre... siempre me da problemas.
Con un rápido movimiento se abrió un poco la toalla, dirigiéndole la palabra al crio, para atraer su atención. Cruzó las piernas con cierto desenfado, su toalla se abrió y para su gran satisfacción observó cómo los ojos del crio se abrían desmesuradamente incrédulos; entonces cerró la toalla de nuevo.
Todo había terminado... con toda esta representación, su hijo ya pondría en duda todo lo que le dijera su padre, y el divorcio estaba ahí mismo. Lo que había visto ahí se lo contaría a sus abuelos, y a toda la familia en cualquier momento que lo necesitara.
De cualquier modo, los ojos de su marido, estaban fijos en su amiga, y ella lo sentía.
Estaba con miedo. Era natural que se sintiera así, puesto que su papel no era nada fácil. Sin embargo, deseó que él no la mirara, y a pesar de estar absolutamente segura de que él ignoraba lo que sucedía, su mirada demostraba que era un hombre de gran percepción. Y todo podría pasar.
Sin que nadie lo pudiera ver hice una señal a su amiga, para que se marchara, para que su hijo no hiciera mas preguntas. Había hecho su parte, y le salió de maravilla. Pero era el momento, de terminar la actuación, ya que tendrían grandes problemas si se descubría la verdad.
Era el momento de que su amiga representara. –Esta se tambaleó, pero su marido la alcanzó a sostenerla en sus brazos.
-Querida! -Dijo - Qué te sucede? Te sientes mal ?
-Sí...? Por favor llévame a casa, ahora mismo!
Te sientes muy mal, querida? Puedes caminar?
No exageres, pensó su amiga. Este hombre no es nada tonto.
Mejor llevarte al hospital, dijo el marido, ya con los pantalones en la mano aun que mojados.
-No, no pasa nada, me ayudas a bajar la escalera y me llevas a casa.
Ella se asomo a la puerta, para ver como el llevaba su mujer hasta el coche, para luego desde la misma puerta gritarle:
-Ha sido usted muy amable. -Qué hipócrita era! Pero así era el plan. Desapiadado.
Gracias, Buen día.
No tiene de que, señorita.
Tal vez nos encontremos otro día.
-No lo creo, pensó. Y cerró la puerta tras escuchar que el coche se distanciaba lentamente de su portal.
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